Cierto día el niño esperó a su padre, sin dormirse, y cuando llegó a casa, le llamó desde la cama:
- – Papá –le dijo- ¿cuánto ganas cada hora?.
– Hijo, no sé, bastante. Pon, si quieres, 30€. ¿Por qué?
– Quería saberlo.
– Bueno, duerme.
Al día siguiente, el niño comenzó a pedir dinero a su mamá, a sus tíos, a sus abuelos. En una semana tenía 25€. Y al regresar otro día, de noche, su padre, le volvió a llamar el niño:
- – Papá, dame 5€ que me hacen falta para una cosa muy importante...
– ¿Muy importante, muy importante? Tómalos y duerme.
– No, papá, espera. Mira. Tengo 25€. Tómalos. ¡Te compro una hora! Tengo ganas de estar contigo. De hablar contigo. A veces me siento muy solo. Y tengo envidia de otros chicos que hablan con su padre...
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